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Un encuentro inesperado (Zack Fair)
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Un encuentro inesperado (Zack Fair)
¿Cuanto hacía que no pisaba el bosque prohibido?
Creo que la última vez me había llevado tal castigo, que se me quitaron las ganas, y no sólo por parte de los directores o el personal docente, sino por mis padres y mi padrino.
Pero ahora necesitaba pensar y me gustaba el olor del bosque después de la lluvia, cuando las gotitas aún resbalaban de las hojas prendidas en los árboles, en ese color anaranjado apagado, casi como un amarillo muerto.
Adopté mi forma animaga, ese lobo escurridizo, capaz de de alcanzar buena velocidad entre el ramaje bajo, y que la misma resistencia a ser doblada no golpeara mi cuerpo, si lo hacía, no sintiera el dolor.
Necesitaba pensar y necesitaba al mismo tiempo despejar mi mente. Sabía que algunos eran capaces de reconocerme por mis ojos, pero poca gente se fijaba en esos detalles de similitud entre el animal que escogías y la persona que había dentro del animal.
Este verano había correteado con Canuto, el apodo que recibió mi padre muchísimos años atrás, pero él ya no estaba allí, ya no volvería a sentir sus dientes en una pelea sobre mi cuello, él lograba doblegar al animal, a su hija siempre la trataba con respeto, pero cuando se enteró que yo había conseguido heredar tanto la destreza de mamá como la de él, quiso guiarme en las últimas transformaciones.
Avancé por uno de los senderos en los que se abría un basto descampado, el castillo se divisaba a lo lejos, con sus altas torres, impertérritas al paso de los siglos.
Metros hacia adelante el río cruzaba todo el bosque, con aguas cristalinas, y allí en la orilla había otro animal, un tigre albino.
Mi corazón se detuvo en esos instantes, esa era la forma que adoptaba mamá, pero sólo había una forma de comprobar que fuera ella, sus ojos.
Me acerqué sigilosa, agachando las orejas y el rabo dejándolo recto, paralelo al terreno, con la punta hacia abajo, en señal de sumisión si era ella, mis patas avanzaban despacio.
Emití un pequeño sonido gutural, pero lo único que conseguí fue llevarme un zarpazo en el costado, luego me pasaría factura. El tigre que bebía tranquilo salió a la carrera, cruzando el riachuelo en su parte menos honda.
Creo que la última vez me había llevado tal castigo, que se me quitaron las ganas, y no sólo por parte de los directores o el personal docente, sino por mis padres y mi padrino.
Pero ahora necesitaba pensar y me gustaba el olor del bosque después de la lluvia, cuando las gotitas aún resbalaban de las hojas prendidas en los árboles, en ese color anaranjado apagado, casi como un amarillo muerto.
Adopté mi forma animaga, ese lobo escurridizo, capaz de de alcanzar buena velocidad entre el ramaje bajo, y que la misma resistencia a ser doblada no golpeara mi cuerpo, si lo hacía, no sintiera el dolor.
Necesitaba pensar y necesitaba al mismo tiempo despejar mi mente. Sabía que algunos eran capaces de reconocerme por mis ojos, pero poca gente se fijaba en esos detalles de similitud entre el animal que escogías y la persona que había dentro del animal.
Este verano había correteado con Canuto, el apodo que recibió mi padre muchísimos años atrás, pero él ya no estaba allí, ya no volvería a sentir sus dientes en una pelea sobre mi cuello, él lograba doblegar al animal, a su hija siempre la trataba con respeto, pero cuando se enteró que yo había conseguido heredar tanto la destreza de mamá como la de él, quiso guiarme en las últimas transformaciones.
Avancé por uno de los senderos en los que se abría un basto descampado, el castillo se divisaba a lo lejos, con sus altas torres, impertérritas al paso de los siglos.
Metros hacia adelante el río cruzaba todo el bosque, con aguas cristalinas, y allí en la orilla había otro animal, un tigre albino.
Mi corazón se detuvo en esos instantes, esa era la forma que adoptaba mamá, pero sólo había una forma de comprobar que fuera ella, sus ojos.
Me acerqué sigilosa, agachando las orejas y el rabo dejándolo recto, paralelo al terreno, con la punta hacia abajo, en señal de sumisión si era ella, mis patas avanzaban despacio.
Emití un pequeño sonido gutural, pero lo único que conseguí fue llevarme un zarpazo en el costado, luego me pasaría factura. El tigre que bebía tranquilo salió a la carrera, cruzando el riachuelo en su parte menos honda.
Isis Black- alumnos hogwarts
- Mensajes : 68
Fecha de inscripción : 31/07/2011
Edad : 29
Localización : Eso es difícil, siempre estoy en movimiento.
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